ESTAMOS EDIFICANDO, TE RUEGO ME EXCUSES

 

por Alejandro Clifford

 

Alejandro CliffordLos hijos del Dios que no habita en templos hechos por manos humanas, invierten, cada vez, más dinero en lujosas construcciones destinadas a rendirle culto a ese Dios.

El autor del artículo nos ofrece una particular óptica al tema de las construcciones de capillas, templos, etcétera, por medio de un interesante y sencillo análisis sobre las posibilidades y limitaciones de los edificios en función de sus comunidades.

El siguiente artículo, escrito por quien fuera una eminente pluma cristiana en Latinoamérica, viene a contribuir con una particular óptica al tema de las construcciones de capillas, templos, etcétera. Un interesante y escueto análisis sobre las posibilidades y limitaciones de los edificios en función de sus comunidades.

Hace tiempo que me preocupa un problema que creo, se va agudizando en nuestros días. Sintetizando, diría que es el siguiente:

Los hijos del “Dios que no habita en templos hechos por manos humanas”, invierten cada vez más dinero en lujosas construcciones destinadas a rendirle culto a ese Dios.
Nuestros lugares de reunión deben ser limpios, sobrios, dignos y no demasiado grandes. Un hombre de Dios, cuya memoria me es muy grata, decía con frecuencia que una iglesia nunca debe tener más de cien miembros. Con más de cien, debiera dividirse en dos, permitiendo así una mayor difusión del Evangelio. Pero esto lo decimos de paso.
No hace mucho nos hablaron con sorna de una pequeña congregación de millonarios que se reunían en una sucia pocilga. Tenían razón sus críticos. ¡Aire acondicionado en casa y cucarachas en la iglesia!
Pero otro es el extremo de aquellos Taj Mahales evangélicos en los que las butacas son cambiadas cada dos o tres años, y con frecuencia son instalados nuevos órganos, nuevos vitrales, nuevos lujos. Cosa curiosa, esta gente admite en su programa de actividades mensajes sobre la Gran comisión, la carta de Santiago y el hambre en el mundo.
Difícil debe resultarles “ir por todo el mundo, comenzando por Jerusalén”, cuando su mayor preocupación jerusalimitana es amontonar bellos ladrillos. Sin duda esperan que atraídos por ellos los pecadores se lleguen a escuchar el Evangelio. ¿Cómo podrán comentar con honradez la carta de Santiago, si conociendo hermanos “que están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día”, invierten la mayor parte de los ingresos de la iglesia en el ornato de sus edificios? Y sobre el hambre en el mundo, ¿cómo se puede hablar mientras no se está dispuesto a hacer algo?
Leímos el anuncio en una revista de los Estados Unidos. La transcribimos tal cual, sin comentarios. Las conclusiones las podrá sacar el lector sin tener que forzar mucho el cerebro.
“El pastor Robert H. Schuller, cuya iglesia Garden Grove Community Church tiene 8000 miembros, ha dirigido a su congregación en una exitosa campaña para recaudar 10 millones de dólares, a fin de poder inaugurar, en 1980, libre de deudas, una Catedral de Cristal, con 4100 butacas y 10.000 ventanas. La construcción ha de iniciarse este verano. ‘Nuestra primera ofrenda en la catedral será empleada en la construcción de un hospital en Calcuta, afirma Schuller, quien es un predicador popular en la televisión”.
A la parábola de la Gran Cena (Lc. 14.15-24), podría agregársele un personaje: un hombre que con sus cófrades, correligionarios y “hermanos en la fe” (sic), hubiese respondido frente a la invitación: “Estamos edificando una gran iglesia y no puedo ir. Te ruego que me excuses”.
Mientras meditábamos sobre estas cosas cayó en nuestras manos un escrito de A. Morgan Derham, un pastor bautista inglés que es además un escritor muy incisivo y muy sensato. Estaba comentando un libro reciente aparecido en los Estados Unidos. Se titula New Wineskin (Odres nuevos). El autor es Howard A. Snyder, quien fue misionero por muchos años en el Brasil. Tiene un capítulo sobre los edificios eclesiásticos, y Morgan Derham lo comenta como sigue:
“¿Cuál será el testimonio de nuestros edificios?, se pregunta Snyder. Y luego nos da cinco respuestas.
Testifican acerca de nuestra inmovilidad. ¿Qué habrá más estático que un edificio? Con frecuencia una comunidad cristiana tiene la oportunidad de mudarse a un barrio nuevo de gente joven, pero está tan afectada por el síndrome del “local permanente”, que se va quedando en medio de un desierto urbano. Según Snyder, el Evangelio dice buscad a los perdidos, mientras nosotros decimos: ‘que los perdidos busquen nuestras iglesias’.
En segundo lugar, testifican de nuestra falta de flexibilidad. Snyder cita a un pastor que dice que nuestras iglesias urbanas son esclavas de sus ladrillos en una época en que la iglesia debe ser flexible, adaptable y relevante. La forma del edificio también con frecuencia da forma al programa de una iglesia. Generalmente dispone que el culto sea un ejercicio realizado por un solo hombre, en lugar del culto comunitario, con mucha participación, del Nuevo Testamento.
Tercero: nuestros edificios testifican acerca de nuestra falta de comunión. La mayoría de ellos han sido diseñados de un modo que hace que resulte difícil, cuando no imposible, la comunión verdadera, en profundidad, cara a cara, corazón a corazón. Cada asistente al culto está encerrado en una especie de cabina aislada, de modo que su relación es con el pastor y nunca con los demás miembros. (Acotación del autor: Esto no acontece en América Latina con la frecuencia con que se presenta en las naciones europeas).
De todos modos no es comunión. No es compañerismo. ¡Con razón había tanta comunión y calor entre los cristianos primitivos! ¡Se reunían en las casas!
En cuarto lugar, testifican de nuestro orgullo. No queremos reconocerlo, pero es así. Snyder dice que si tenemos que levantar edificios, ellos deben hablarnos de Dios y no de nuestros valores burgueses de clase media.
Finalmente, nuestros edificios testifican de nuestra división en clases sociales. Según Snyder, refiriéndose sin duda en primer término a los Estados Unidos, un sociólogo, de un mero vistazo a diez iglesias y a sus rótulos denominacionales puede predecir con total exactitud la educación, ingresos, oficios y posible posición social de los miembros’.
Otro asunto dice Morgan Derham que habría podido mencionar Snyder es que nuestros edificios con frecuencia son un testimonio de nuestra falta de sentido de proporción en nuestra mayordomía. La cantidad de dinero que gastamos en ellos con frecuencia no está en relación con otros ítems más importantes del presupuesto del Reino”.
Derham termina diciendo: “Para mí lo peor de todo acerca de los edificios ‘eclesiásticos es el modo en que tienen a atraer a todos a sí mismos. Cuando los evangélicos piensan en el evangelismo, éste tiene que consistir en que la gente concurra a la iglesia. Cuando un grupo de creyentes considera su plan de actividades semanales, sus decisiones son, en última instancia, formadas por los edificios; cuando se hace una evaluación de una comunidad cristiana, la medida utilizada es la iglesia llena. Todo esto distorsiona, corrompe y finalmente fosiliza la vida y el testimonio del pueblo de Dios”.
Hasta aquí los comentarios de Derham sobre el libro de Snyder. Este último recomienda algunas medidas que nos pueden parecer drásticas, como la de vender las propiedades. Pero quiero creer que aunque no podemos seguirlo en todo al pie de la letra, las observaciones transcriptas más arriba nos harán pensar en la utilidad o lo contrario de algunos de nuestros edificios, y en la necesidad de una inversión cada día más cuidadosa del dinero de nuestras iglesias, dinero que no es nuestro, sino de nuestro Señor.
Alejandro Clifford (1907-1980). Hijo de misioneros ingleses, pionero de la obra misionera de las Asambleas de los Hermanos. Nació en Tucumán, Argentina. Representante del Consejo Británico de Relaciones Exteriores, profesor de la Escuela Superior de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba.

© Pensamiento Cristiano. Usado con permiso.

Apuntes Pastorales. Diciembre 1985 Febrero 1986. Vol. III, número 4

 

2 comentarios en “ESTAMOS EDIFICANDO, TE RUEGO ME EXCUSES

  1. Hola yo vivo en houston tx hace 16 años soy argentina Bs As . Y yo voy cada domingo a esta iglesia grandisima . Queria su opinion para ver si estoy en una verdadera casa de Dios porque yo no quisiera estar en un lugar q a Dios no le agrada La verdad es q es un lugar muy lujoso Que Dios los Bendiga !

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    1. Gracias Claudia por escribir. No estoy seguro de entender a qué iglesia vas en Houston. Allí conozco la iglesia Pantego Bible Church (www.pantego.org) que te recomiendo, y luego la iglesia del pastor negro Tony Evans, Oak Cliff Fellowship. Pantego es una iglesia grande, pero allí predican bien la Biblia. no sé si te quedará cerca. Seguimos en contacto Claudia. Gracias por escribir y confiar en nosotros. Dime tus parecereces. José, desde Bs.As..

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